Este Día Mundial del Pingüino, resaltamos el devastador vínculo entre la ganadería industrial y la difícil situación de los pingüinos, y cómo podemos solventar una crisis que va en aumento.
Hace unos años, tuve la suerte de viajar a Sudáfrica y caminar entre algunas de las criaturas más fascinantes del reino animal: los pingüinos.
Esta especie de ave no voladora, que habita en numerosos lugares del hemisferio sur, lleva más de 60 millones de años en nuestro planeta y, en tiempos más recientes, ha cautivado la imaginación del público.
Puede que sus hermosas y elegantes plumas blancas y negras fueran lo primero que nos llamara la atención, pero son sus fascinantes rituales y comportamientos los que han mantenido nuestra admiración por los pingüinos durante tanto tiempo.
Cuando se estrenó el documental El viaje del emperador en 2005, muchos de nosotros pudimos descubrir por primera vez cómo viven los pingüinos. Fuimos testigos de sus elaborados rituales de apareamiento, sus vínculos con la colonia y sus increíbles esfuerzos por proteger a sus polluelos.
También descubrimos que, a pesar de que fuera del agua pueden moverse con aparente torpeza, son expertos nadadores y hábiles cazadores. Son criaturas intrigantes e inspiradoras.
La lucha por la supervivencia
Por eso me emocionó ver al pingüino africano de cerca cuando fui a la playa de Boulders en Ciudad del Cabo hace varios años.
No era un turista maravillado, sino que había ido a investigar para escribir mi libro Dead Zone: Where the Wild Things Were. Quería comprender cómo una especie animal, sin apenas depredadores, podía sufrir semejante declive. Mi fascinación dio paso a un abrumador sentimiento de consternación.
Muchos sabemos que el cambio climático supone una gran amenaza para los pingüinos, sobre todo en lugares como la región antártica, ya que el hielo sobre el que habitan los pingüinos emperador y de Adelia se está derritiendo a causa del aumento en las temperaturas.
Pero lo que muchos desconocen es que los pingüinos de lugares como Sudáfrica, Perú y las islas Galápagos luchan por sobrevivir ante la constante disminución de sus fuentes de alimentos, sobre todo debido a la ganadería industrial.
Es normal preguntarse qué tienen que ver las vacas, los pollos y el salmón de piscifactoría con los pingüinos. La respuesta es la harina de pescado.
La mayoría de los pingüinos se alimentan de peces pelágicos, es decir, peces pequeños como anchoas, sardinas y arenques, que pescan en mar abierto cerca de la costa. Pero, durante años, la pesca comercial ha ido reduciendo significativamente las poblaciones de estos peces. Casi una quinta parte de estos se utiliza en todo el mundo para elaborar piensos baratos para animales, en concreto harina de pescado para los animales de ganaderías industriales.
Una población en declive
Como resultado, la población de pingüinos de estas zonas ha sufrido un gran declive. Hace unos 100 años, había entre 3 y 4 millones de pingüinos en la costa de Sudáfrica. Ahora solo quedan unos 50 000 pingüinos en estado salvaje.
La situación es tan crítica que algunos expertos aseguran que, a menos que cambien las cosas, los pingüinos africanos podrían extinguirse en un par de décadas.
A nivel mundial, se capturan más de 17 millones de toneladas de peces pelágicos en los océanos cada año, el equivalente a unos 90 000 millones de peces. Los pingüinos de Perú son de los más desfavorecidos. El país genera un tercio de la harina de pescado del planeta, gran parte de la cual se destina a animales de ganaderías de Europa y China, lo que lo convierte en el mayor productor del mundo.
Incluso en el antártico, los pingüinos no están a salvo. Cada año, las flotas pesqueras internacionales venden alrededor de 200 000 toneladas de krill, el crustáceo del que dependen los pingüinos y otras aves, peces y ballenas, que se usa para piensos animales, comida para mascotas y cebo de pesca.
Pedir el cambio para salvar a los pingüinos
A pesar de que se trata de una situación de proporciones devastadoras, el sufrimiento de los pingüinos sigue sin contarse. Por eso, este Día Mundial del Pingüino, quiero destacar este problema urgente, pero con solución.
Como consumidores, ciudadanos preocupados y amigos de los animales, debemos exigir algo mejor. Eso incluye luchar por acabar con la ganadería industrial. En su lugar, debemos comenzar a adoptar métodos agroecológicos y regenerativos que no dependan de prácticas que derrochan recursos, como el uso de la harina de pescado como pienso animal.
Todos podemos marcar la diferencia tres veces al día a través de los alimentos que elegimos, como, por ejemplo, comer menos carne, productos lácteos y pescado, y hacer todo lo posible por alimentarnos solo con aquellos que hayan sido criados de manera responsable y sin crueldad, como animales alimentados con pasto, de corral u orgánicos.
El coste de la ganadería industrial es demasiado elevado como para permitir que continúe, sobre todo si queremos vivir en un mundo en el que animales como el pingüino puedan prosperar en un ecosistema saludable que todos podamos compartir.
Compassion in World Farming hace un llamamiento a las organizaciones más influyentes del mundo, como la Organización de las Naciones Unidas, para que sustituyan la ganadería industrial por un sistema alimentario que respete a los animales, cuide de nuestro planeta y reduzca el riesgo de pandemias.
Utiliza este enlace para firmar nuestra petición y unirte al llamamiento por un futuro sin ganadería industrial.
por Philip Lymbery